On this feast of two apostles, Sts. Simon and Jude, we’re reminded of how Jesus chose the Twelve. “Jesus went up to the mountain to pray, and he spent the night in prayer to God” (Luke 6:12). Luke often mentions Jesus at prayer, and here He is doing so before a decisive moment: the choosing of the twelve men who would pass on His priestly ministry and spread His Gospel to the ends of the earth.
As in all things, Jesus’ action is a model for ours. Of course, Jesus is God, so His prayer is a bit more mysterious than ours. Jesus consults with His Father, totally at home in the consubstantial relationship of Trinitarian communion. Even so, this ought to be a model for us: it should not feel strange to us to turn to God in prayer, and we should seek it out even when it is difficult. Our goal should be to have by adoption that relationship which Christ has with His Father by nature.
Acting from the context of that relationship, we desire to seek out the counsel and communion of God before all major life decisions. Before we decide to take or leave a job, relocate, enter a vocation, or adjust our lifestyle in a significant manner, we ought to turn to God. If we are in a position of leadership or authority over others, we ought to consult Him before making significant decisions in that sphere.
In our Gospel reading, we notice that Jesus does not simply take a break to pray. He climbs a mountain and prays through the night. Before such an important decision as the establishment of the Church, He does not waste any time. Jesus ensures that He has solitude and time to pray. He moves to a different space, where He can listen without unnecessary distractions, and He chooses a time when nothing will be demanded of Him. For us, this could be making a silent retreat, or it could be going on the porch for half an hour before anyone else has awakened.
More generally, Jesus’ example shows us that we should consult God in everything. We ought to learn to reference that relationship of communion everywhere and at all times, to pray without ceasing, as St. Paul reminds us. This can look different at different times, but the main thread is including God in the process of decision-making.
Moment-to-moment, this involves a humbling of self, submitting to the will of God. We could make decisions entirely on our own and thank God at the end of the day, or we could simply ask Him to bless our own plans. But when we attempt to make our own plans and decisions without asking Him for guidance, we ultimately fail. Without Him, we can do nothing, even in the small-scale arena of minor decisions. God wants us to do His will, for His sake and for our own. Jesus shows us today that it is the Lord who makes our works fruitful, and we need to turn to Him for guidance.
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En esta fiesta de dos apóstoles, Santos Simón y Judas, recordamos cómo Jesús escogió a los Doce. “Jesús subió al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Lucas 6:12). Lucas habla de de Jesús en oración con cierta frecuencia, y aquí lo hace antes de un momento decisivo: la elección de los doce hombres que transmitirían su ministerio sacerdotal y llevarían su Evangelio hasta los confines de la tierra.
Como en todas las cosas, la acción de Jesús es un modelo para la nuestra. Por supuesto, Jesús es Dios, por lo que Su oración es un poco más misteriosa que la nuestra. Jesús consulta con su Padre, completamente cómodo en la relación consustancial de la comunión trinitaria. Aun así, esto debería ser un modelo para nosotros: no nos debe resultar extraño voltearnos a Dios en oración, y debemos buscarlo aun cuando sea difícil. Nuestra meta debe ser tener por adopción esa relación que Cristo tiene con Su Padre por naturaleza.
Actuando desde el contexto de esa relación, deseamos buscar el consejo y la comunión de Dios antes de todas las decisiones importantes de la vida. Antes de decidir tomar o dejar un trabajo, mudarnos, entrar en una vocación o ajustar nuestro estilo de vida de manera significativa, debemos volvernos a Dios. Si estamos en una posición de liderazgo o autoridad sobre otros, debemos consultarlo antes de tomar decisiones importantes en esa esfera.
En nuestra lectura del Evangelio, notamos que Jesús no se toma simplemente un descanso para orar. Sube a una montaña y reza durante la noche. Ante una decisión tan importante como el establecimiento de la Iglesia, Él no pierde el tiempo. Jesús asegura que tiene soledad y tiempo para orar. Se traslada a un espacio diferente, donde puede escuchar sin distracciones innecesarias, y elige un momento en el que no se le exigirá nada. Para nosotros, esto podría ser hacer un retiro silencioso, o podría ser salir al patio media hora antes de que cualquier otro se despierta.
De manera más general, el ejemplo de Jesús nos muestra que debemos consultar a Dios en todo. Debemos aprender a hacer referencia a esa relación de comunión en todas partes y en todo momento, a orar sin cesar, como nos recuerda San Pablo. Esto puede parecer diferente en diferentes momentos, pero el punto principal es incluir a Dios en el proceso de tomar de decisiones.
Momento a momento, esto implica una humillación del yo, sometiéndose a la voluntad de Dios. Podríamos tomar decisiones por nuestra cuenta y agradecer a Dios al final del día, o simplemente pedirle que bendiga nuestros propios planes. Pero cuando intentamos hacer nuestros propios planes y decisiones sin pedirle a Él que nos guíe, casi siempre fallamos. Sin Él, no podemos hacer nada, incluso en la pequeña arena de las decisiones menores. Dios quiere que hagamos su voluntad, por su bien y por el nuestro. Jesús nos muestra hoy que es el Señor quien hace que nuestras obras sean fructíferas, y debemos volvernos a Él para que nos guíe.
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